El sábado pasado, aprovechando la Muestra de Teatro Clásico que esta ciudad nos brinda cada año, fuimos a ver La Celestina.
No me resultó fácil decidir de entre las 8 obras que se iban a representar a cuál llevarles: ¿teatro grecolatino?, ¿teatro barroco? ¿Shakespeare? ¿El Brujo? Nada fácil, porque solo podía ser una debido a lo de siempre: el dinero y más en tiempos de crisis. Por otro lado, ir a ver teatro clásico era todo un reto para mi alumnado que no asiste a estos eventos y cuyo tiempo de ocio no se llena con una representación teatral. Además, sentía pavor pues mi apuesta podría ser un rotundo fracaso si la obra no les gustaba o les aburría, lo que podría marcar un antes y un después en su, quizá, única experiencia teatral seria. Así que decidí que sería La Celestina por dos motivos: el primero, porque estaba en el programa de este curso , y la segunda, porque ya había visto en otras ocasiones al grupo Atalaya y sus representaciones- Madre Coraje o La casa de Bernarda Alba- no me habían defraudado.
La asistencia fue voluntaria, pues era un sábado y a las 8,30, es decir, fuera del horario lectivo y les dije que no me iba a poner en la puerta a pasar lista: el o la que quisiera que se hiciera con la entrada y que allí nos veríamos.
La verdad es que me sorprendió que fueran prácticamente todos y hubo algunos que hasta se disculparon previamente pues sus familias ya tenían otros planes.
Lo que vino luego... les cedo la palabra a ellos/ellas:
La representación comienza con unos cantos que te mantienen
atenta desde el principio, siguiendo con una gran entrada en escena de
Celestina, que se presenta a sí misma. La representación sigue a gran ritmo,
ayudad por los sencillos, pero perfectamente estudiados, cambios de escena.
De los actores llama la atención su gestualidad, su continuo
movimiento y su gran capacidad para
desdoblarse. Yo destacaría a Carmen Gallardo, extraordinaria en su papel de
alcahueta: es una gran actriz que conoce a la perfección al personaje, sus
movimientos- arrastrando los pies y con una ligera cojera-, sus gestos y su
texto: me pareció increíble su dominio de la voz y del lenguaje, sobre todo, en
sus monólogos.
La escenografía me pareció práctica y original: eso inmensos
taburetes de hierro conseguían construir
todo lo que querían para crear los distintos escenarios: ventanas, puertas,
escaleras e, incluso, camas; y era
fascinante la manera en la que los propios actores se mimetizaban con
ellas asó como los equilibrios que
realizaban, tanto estando del derecho como del revés.
Llama la atención, también, el fondo negro, que no te
permite distracciones.
La música, aunque escasa, creaba el ambiente perfecto y la
introducción del coro, en momentos determinados de la representación, era
hipnotizante.
La iluminación: luces centrales cuando estaban en casa de
Calisto o de Celestina, recortes puntuales cuando querían diferenciar
escenarios o dar prioridad a los personajes. Para representar la conversación
de los padres realizaron un teatro de
sombras, empleando una luz azul.
En definitiva, se crea un ambiente intrigante, mezclando lo
antiguo- vestuario y la música- con lo moderno- el mobiliario-, en el que la falsedad, la lujuria, las traiciones,
los engaños y la codicia exagerada quedan muy bien reflejados por los
personajes y el entorno.
Realmente, disfruté mucho y consiguió emocionarme tanto como
hacerme reír. La verdad: me encantó.
Finalmente, me sorprendió la gran cantidad de espectadores
que acudieron a presenciar la obra, mostrando así que todavía queda mucha
gente a la que le gusta ver teatro, que
es literatura en estado puro.
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